Capítulo 4
Encuentro mortal
Aquel día había despertado y sentía esa sensación de que el verano se alejaba cada día más,
aquello me entristecía, significaba que nuevamente había un largo año por
cruzar. Por muy extraño que pareciera, aquel día sentía estar desencajando de
todo, me sentía a la deriva, mis padres que cada vez que tenían la oportunidad
me exigían que comience a estudiar. Por otro lado, estaban mis amigos, cada uno
de ellos ya estaban encaminados en lo que querían. Era desesperante no saber
que hacer de tu vida, pero si seguía quedándome sin hacer nada, no llegaría muy
lejos.
Había organizado con Samanta, reunirnos en la casa de
Carolina por la tarde, ellas me habían ayudado con mi decisión de tomar mi
camino correcto.
Recuerdo que sin levantarme de mi cama, había corrido las
cortinas y vi que la mañana estaba nublada, pequeñas gotas de lloviznas
recorrían mi ventana. Había permanecido un tiempo holgazaneando en la cama,
hasta que mi madre me había llamado para desayunar, cuando había llegado a la
cocina, mis padres ya se habían ido a trabajar, a mi padre prácticamente no lo
veía, su trabajo le demandaba el tiempo completo.
Me había puesto a limpiar de aburrida que estaba, aquel día
había amanecido lloviendo y no tenía muchas opciones por hacer hasta que llegue
la tarde. El living estaba reluciente, me había faltado la cocina, no me
agradaba mucho la idea pero tenía que colaborar en la casa. Mientras luchaba
con la grasa del microondas, había escuchado voces extrañas afuera, provenían
del pasillo externo, cuidadosamente me retiré los guantes y caminé muy despacio
hacia la puerta de entrada, aquellas voces parecían discutir en voz baja y eran
de dos hombres, acerqué mi oído a la puerta.
-Eres un pendejo sin códigos, nos iba a pagar todo.
-No papá, él no tenía códigos, quería pasar por arriba de
nosotros.
Sin duda eran los vecinos nuevos, su dialecto al hablar,
lo podía reconocer.
-Entra al departamento antes de que yo te mate a ti.
Recuerdo haberme quedado
acurrucada junto a la puerta, aquella discusión me había resultado muy
extraña, ¿a qué se refería cuando le dijo que también lo mataría a él? pensaba
y pensaba, seguramente se había referido sarcásticamente, había pensado un montón
de tonterías, comenzaba alucinar cosas irreales, como una tonta había sacudido
mi cabeza para despojar lo ocurrido para seguir con la limpieza final.
Había perdido la noción del tiempo aquella tarde,
haciendo prácticamente nada, aquello es lo que más me había enojado, me cambie
de ropa urgentemente y salí disparada a la casa de Carolina. El tiempo seguía grisáceo
y triste, la débil llovizna humedecía mi cabello ondeado, era fastidioso pero
un paraguas no arreglaría la situación, había un poco de viento y yo…realmente
no quería usarlo, me parecían que las calles se hacían más largas cuando quería
llegar rápido.
Después de una corta carrera bajo la llovizna de Buenos
Aires había llegado a la casa de
Carolina, allí estaba esperándome con una taza de té caliente y una toalla en
la mano, Samanta ya se encontraba en la casa, tenía en las manos unos cuantos
papeles y carpetas. Aquella tarde había sido productiva, leí folletos de
distintas universidades una y mil veces, ofrecían una diversidad de carreras
importantes, en otras cursos acelerados para una salida laboral inmediata.
Había pensado en estudiar idioma, Carolina y Samanta me habían impuesto que
comience con el inglés, que es la base de este mundo, pero yo sabía que muy en
el fondo no era para mí, me había fascinado el francés, la lengua más
sofisticada, su pronunciación y su escritura.
-Podrías hacerte un test vocacional- me sugirió Carolina,
pero yo ya había decidido.
La noche había caído rápidamente, salí disparada a mi
departamento para no tener que soportar los regaños de mis padres, yo los
entendía, la ciudad era la cuna de la delincuencia y los maniáticos violadores,
pero también necesitaba mi libertad, saber desenvolverme en ella. Aquella noche
era bastante oscura, la llovizna aún persistía, las pocas calles que tenía que
caminar estaban bastantes desoladas. Dos cuadras antes de llegar a mi edificio
visualizo un sujeto que se cruza de vereda y venia hacia mí, estaba con un buzo
y capucha, pensaba que me quería robar y ahí sentí muchísimo miedo, me dispuse
a correr cuando me sujeto de mi cabello por la espalda, me empujó hacia una
entrada oscura y oculta de un negocio cerrado, me estampó contra una pared, en
aquel momento creí que todo estaba perdido.
-Tranquila pequeña, si te portas bien, te vas a ir a casa
sin ningún golpe.
Aquellas palabras nunca las olvide, habían marcado mi
miedo e imprudencia de caminar sola por la noche, luego recuerdo que sus
asquerosas manos se depositaron en mi cadera, su cuerpo estaba aplastando el
mío por mi espalda, mis lágrimas eran mudas, ni un sollozo salió de mi boca,
ese sujeto a quien en aquel momento no le veía su rostro, iba a violarme...mi
primera vez iba hacer una violación. Escucho un gruñido brusco y me sentí
liberada, lentamente me había dado la vuelta con miedo, y ahí estaba, mi nuevo
vecino.
-Las basuras como tú, no tienen lugar en este mundo.
Lo había tirado al suelo y con un pie en su cuello lo tenía
prisionero, recuerdo todos los detalles de aquella noche, como si fuera hoy,
como si lo volviera a tener nuevamente delante de mis ojos, había sacado un
arma de su saco, volteo a mirarme y con un dedo en su boca, me indico que
hiciera silencio, abrí los ojos tan grandes pero mi boca estaba cosida y
sellada, solo se limitó a sacar el seguro a su arma y le disparó sin ninguna
preocupación y sin ningún escándalo, me había llevado ambas manos a mi boca y
lloré. Presenciar un asesinato fue unas de las cosas que jamás me imaginé
transcurrir, mi vecino había salvado mi virginidad pero también me produjo un
trauma interno importante en mí, con los días había disminuido, pero la muerte
estaba ahí, presente.
Luego se había acercado a mí cautelosamente.
-Tranquila vecina, ya no molestara más a nadie.
Habían sido sus primeras palabras hacia mí.
-Lo mataste-Le susurré.
-No pasará nada.
Me dijo con una media sonrisa en su boca, como si hubiera hecho algo normal.
-Te van a buscar por esto.
Se rió por lo bajo.
-No lo creo, a no ser que alguien nos delate, los dos
estamos complicado, ¿no cariño?- me guiñó un ojo.
-Vamos para el edificio.
Yo no podía reaccionar.
-¡Muévete! O quieres que nos agarren.
Me había levantado la vos y con una mano me tomó de un
brazo y me sacó de allí. Habíamos caminado a pasos ligeros y con nosotros un
silencio sepulcral, una vez dentro del edificio se paró frente a mí y me
observo a los ojos, nunca me voy a olvidar de aquella primer mirada penetrante
que me dio.
-Gracias.
Fue lo único que expresé, estábamos tan cerca, pero en
aquel momento no podía expresar con claridad, solo estaba en mi cabeza la crueldad
de la muerte.
-Si me lo quieres agradecer, calla esa hermosa boca que
tienes y ciega esos ojos encandiladores.
Aquellas palabras dichas de su propia boca y con acento
extranjero, me había volado la cabeza y me había encendido el motor de mi
corazón y a pesar de la situación en la que nos encontrábamos, estaba rendida a
sus pies.